He tenido la oportunidad de trabajar en proyectos de "storytelling" para grandes organizaciones exportadoras de café. Durante estas experiencias, siempre he visitado fincas de café ubicadas en las altas montañas de Honduras, donde he tenido la oportunidad de conocer a pequeños productores y sus familias. En ocasiones, me he encontrado con que muchos de ellos no saben leer ni escribir y viven en condiciones humildes, con casas de pisos de tierra y hornillas para cocinar. En estas comunidades, el plato del día suele consistir en frijoles y tortillas de maíz.
Sin embargo, algo que siempre me ha generado dudas es si estos productores de café saben realmente el valor que tiene su producto. A menudo, estos trabajadores cultivan el café con gran esmero durante todo el año, esperando con ansias la cosecha. Pero ¿saben acaso que su café se vende en tazas a precios exorbitantes en cafeterías con nombres sofisticados? ¿Están conscientes de que el pago que reciben por quintal apenas les alcanza para subsistir junto a sus familias?
Es una realidad desgarradora que muchos productores de café no reciben una remuneración justa por su trabajo. A pesar de la importancia que tiene su labor en la cadena de producción del café, estos trabajadores a menudo reciben pagos que no corresponden al esfuerzo y dedicación que invierten en su trabajo. En este sentido, considero que es fundamental promover una cultura de comercio justo, que garantice que los productores de café obtengan una remuneración digna por su esfuerzo. Solo así podremos asegurar la sostenibilidad de la industria cafetera y el bienestar de quienes hacen posible que disfrutemos de una taza de café de calidad.
Si usted compra café producido en países como Honduras, es importante que reflexione sobre qué podemos hacer para garantizar que el productor reciba un precio justo por su cosecha.
¿Alguna idea?
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